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#5 Diario de una ruptura o de aceptar la pérdida

No sé exactamente hace cuánto terminamos con mi ex. Serán tres o cuatro meses, o quién sabe. De cualquier forma, estas últimas dos semanas fueron la primera vez que lo extrañé en serio. Supongo que antes me era imposible porque todavía me generaba tanto rechazo como solo lo puede generar un ex. Pero ahora que ya pasó un tiempo, que la pérdida se hizo real y sé que no lo voy a volver a ver nunca, siento que bajé la guardia. Después de semanas de estar a la defensiva, de sentirme libre pero enojada por el tiempo perdido, estoy empezando a aceptar que, aunque hoy estoy segura de que no quiero volver a estar nunca con él, igual me puedo sentir triste.

La relación no funcionó, es cierto, pero no voy a negar que viví momentos felices. Nos hicimos compañía, nos dimos mucho cariño, nos cuidamos mutuamente el autoestima (al principio, al menos). Compartimos series, anime, películas, videos de Youtube, tiktoks, comidas, salidas, vacaciones, amor por los gatitos, objetivos a futuro... Después de tantas idas y venidas, certezas y desconciertos, querernos y odiarnos, ya no sé hablar de amor. No podría asegurar que nos amamos, pero puedo asegurar que es lo más cercano a amor que alguna vez sentimos ambos hasta ahora.

Extraño sentirme cuidada y segura, a pesar de que realmente no lo estaba; me gustaba imaginar que sí. Me gustaba abrazarnos en la cama, darnos mimos, besarnos, reírnos, disfrutar comida y entretenimientos. Apreciaba la sensación de ser querida y aceptada por como soy, sin esfuerzo: desalineada, despeinada, desmaquillada. Mi mayor felicidad era sentarnos juntos en el balcón y hablar de política, ideologías, de la actitud de las personas, de la vida. Me conmovía creerme que éramos únicos y que, luego de tanto trabajo, habíamos logrado sacar adelante la pareja y amarnos más que nadie. Qué decepción cuando me di cuenta que solo fuimos una pareja más del montón, de esas que no hacen más que caminar para atrás con cada paso que dan.

Cuando me pongo a pensar un futuro sin él, me angustio un montón. Siento que sé que hay una parte de mi que se va a ir con él, y que el camino de ahora en adelante va a ser mucho más maduro y adulto, cuando en realidad quiero seguir siendo la pibita que depende del abrazo de su novio. Aunque me emociona sentir la esperanza de conocerme de forma individual e independiente, me angustia saber que mi lado infantil se está muriendo, y que muere sin estar en los brazos de su novio. 

A la noche, a veces fantaseo con volver a verlo, pero solo como amigos. Me convenzo de que es posible, que quizás esta vez somos lo suficientemente maduros y nos queremos bien como para hacerlo. Afortunadamente, pocos minutos después me doy cuenta de que no: no es ni va a ser nunca posible, porque nunca nos quisimos ni nos vamos a querer de una forma sana. Si no fuimos capaces de querernos sanamente como pareja durante cinco años, probablemente no seamos capaces de querernos sanamente jamás. La única forma posible de cariño pareciera el cariño en la distancia; el cariño en la ausencia completa del otro. Además, siendo honestos... ¿de qué serviría la amistad entre dos personas que se llevan tan mal y, al mismo tiempo, se quieren tanto? 

Hoy siento una tristeza que no hunde. Tristeza por algo que murió, pero la esperanza del vacío que dejó.

Fuente

Todas las enfermedades de Doctor House: Temporada 1 - Episodio 6, enfermedad de Wilson, deficiencia de vitamina K y cáncer.

Una mujer de 38 años diagnosticada con esquizofrenia tiene un paro respiratorio. Sin síntomas previos ni antecedentes, presenta trombosis venosa profunda: un trombo formado en la pantorrilla llega a los pulmones y bloquea la oxigenación. La mujer llega de urgencias al hospital con 0,12 de alcoholemia a las 10:30 de la mañana. El médico diagnostica que la embolia fue por el alcohol, pero el hijo insiste en que es imposible. Debido a que la mujer está diagnosticada con esquizofrenia, él la vigila todo el tiempo; las ingestas de alcohol son administradas por él mismo para "calmarla". Aquí intercede House y toma el caso. 

Para sacarle sangre, le administran cinco miligramos de haloperidol para sedarla porque se pone violenta. Por la noche comienza con una hemorragia, manifestada con vómito de sangre. Sin embargo, los estudios de coagulación dan normales.

En una ecografía le encuentran un poco de cirrosis que le atribuyen a un supuesto alcoholismo. Además, en la misma eco le encuentran un tumor de 5,8 centímetros, y confirman que es cáncer. El problema es que el tamaño supera el límite quirúrgico. A House se le ocurre que, para que el cirujano acepte operar, deben reducir temporalmente el tumor. Para esto, le aplican 20 mililitros de etanol al 95%, ya que este deshidrata las células tumorales. Encoje el tumor temporalmente, lo suficiente como para engañar al cirujano. Debido a esto, logran que el cirujano la opere y solo queda que la mujer se someta a quimioterapia. Sumado a esto, llevará un drenaje en su abdomen. 

Cuando daban por terminado el caso (deficiencia de vitamina K y cáncer), la mujer llama a servicios sociales para que se lleven a su hijo de 15 años. Esto para que él no tenga que cuidarla. Frente a este acto de abnegación y racionalidad, House duda de su diagnóstico de esquizofrenia (especialmente porque recién a los 36 se le presenta, lo cual es un poco tarde, y porque los medicamentos psiquiátricos no funcionaban con ella). 


Anillos de Keyser-Fleischer, que indican la sobreacumulación de cobre


House: Si no es esquizofrenia, ¿qué se manifiesta con síntomas psíquicos?

Cameron: ¿Y eso del cobre? ¿Cómo se llama? Es genético. El cuerpo acumula mucho cobre.

Chase: Sí, es... ¿El mal de Wilson?

House: Muy rara. Bien. Me gusta. (...) El 17 de julio tenía una cita con el Dr. Karn. (...) Es oftalmólogo. ¿Por qué querría examinarse la vista?

Cameron: El mal de Wilson presenta cataratas.

House: Sí. También causa una cierta cirrosis que el Dr. Chase atribuyó al alcohol.


Le observan los ojos para ver si encuentran unos llamados anillos de Keyser-Fleischer, que indicarían la sobreacumulación de cobre. Efectivamente, le encuentran unos círculos cobrizos en torno a las córneas y el diagnóstico de la enfermedad de Wilson se confirma.

Una vez tratada, la mujer recupera la cordura, confirmando que el diagnóstico de esquizofrenia era errado. 

Síntomas de la enfermedad de Wilson o Mal de Wilson.