Es más factible que yo pueda empatizar con algún desconocido con esos defectos que con mi propia familia. ¿Por qué?, si conozco sus historias, si sé las causas que los llevaron a ser como son. Por mucho tiempo me lamenté por eso, intentando buscar una solución que me logre revertir la situación. Pero lejos de encontrar una solución, encontré a una respuesta: no aguanto ni perdono los defectos de mi familia porque yo los padezco cada día desde mi infancia. Es difícil perdonar que nos hayan perjudicado la infancia. Yo ahora, con mis 18 años, me siento peligrosamente capaz de perdonar cualquier cosa que me hagan. Pero me siento incapaz de perdonar haber crecido con la agresividad verbal y, a última instancia, física. Me siento incapaz de haber transitado mi infancia con la negación y el constante lamento. Me siento incapaz de perdonar haber perdido mi inocencia en la cuna de una familia tan hipócrita.
Por eso intento aferrarme con uñas y dientes a todo lo positivo que me han dado. Primero porque estoy agradecida; segundo porque los amo; y tercero porque, si no me aferro, me caigo. Supongo que de eso se trata ser hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ojito lo que pones