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Convivir con tu familia. (2016)

Hoy me quedé pensando en lo fácil que siempre me resultó convivir con amigos. Por supuesto que siempre fueron convivencias en condiciones óptimas: sin pagar tarifas, manejándome con plata de mi familia, sin estrés por el laburo. Lo admito porque no tendría sentido ocultarlo. Lo admito porque, es cierto, así es fácil convivir con casi cualquiera. Casi cualquiera. Pero, si lo pongo en perspectiva, con mi familia también conviví en condiciones óptimas, y siempre fue una mierda. Es difícil tener que adaptarse a los caprichos de los que se llaman a sí mismos adultos. Tienen muchos defectos y no intentan remediarlos porque "son así, y punto". Esta clase de gente son los señores y señoras que deben encargarse de nuestra salud física y mental. Tampoco es fácil compartir el humor con gente de otra generación u otros ámbitos, y mucho menos compartir los mismos intereses.

Es más factible que yo pueda empatizar con algún desconocido con esos defectos que con mi propia familia. ¿Por qué?, si conozco sus historias, si sé las causas que los llevaron a ser como son. Por mucho tiempo me lamenté por eso, intentando buscar una solución que me logre revertir la situación. Pero lejos de encontrar una solución, encontré a una respuesta: no aguanto ni perdono los defectos de mi familia porque yo los padezco cada día desde mi infancia. Es difícil perdonar que nos hayan perjudicado la infancia. Yo ahora, con mis 18 años, me siento peligrosamente capaz de perdonar cualquier cosa que me hagan. Pero me siento incapaz de perdonar haber crecido con la agresividad verbal y, a última instancia, física. Me siento incapaz de haber transitado mi infancia con la negación y el constante lamento. Me siento incapaz de perdonar haber perdido mi inocencia en la cuna de una familia tan hipócrita.

Por eso intento aferrarme con uñas y dientes a todo lo positivo que me han dado. Primero porque estoy agradecida; segundo porque los amo; y tercero porque, si no me aferro, me caigo. Supongo que de eso se trata ser hijo.

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