Hoy vengo aquí para declarar contra el orgullo.
Me presento como testigo presencial y afectado. Llevo conviviendo con él casi ocho meses con la infantil esperanza de que algún día sucumbirá ante mis afectos, se doblegará entre mis dedos y se quedará domado en lo más profundo de mi hombre.
Pero hoy desperté y vi el brillo distante de sus ojos y lo reconocí: allí estaba, intacto en sus pupilas, el orgullo me hacía frente como desde el primer día. Es por eso que hoy, luego de tantos días de guerra y otras tantas noches de negociación, decido declarar con los ojos bien abiertos y el corazón envalentonado.
Orgullo: no me alejarás de mi hombre. Aprendí a conocerte y sé muy bien que no cederás. No dejarás de enfermar la pareja, ni te dejarás persuadir por mis ojos tristes ni mi voz quebrada. Aún menos permitirás al amor de mi vida caminar hacia mí cuando en sus labios porte una disculpa. Pero hoy soy yo quien levanta una muralla y alista las armas. Mis manos serán piadosas, dulces y reconfortantes; mis besos serán pacientes, persuasivos y valientes; mis ojos serán seguros, secos y amables. Ya no lastimarás, ya no alejarás, ya no ganarás.
Orgullo: no me alejarás de mi hombre. Aprendí a conocerte y sé muy bien que no cederás. No dejarás de enfermar la pareja, ni te dejarás persuadir por mis ojos tristes ni mi voz quebrada. Aún menos permitirás al amor de mi vida caminar hacia mí cuando en sus labios porte una disculpa. Pero hoy soy yo quien levanta una muralla y alista las armas. Mis manos serán piadosas, dulces y reconfortantes; mis besos serán pacientes, persuasivos y valientes; mis ojos serán seguros, secos y amables. Ya no lastimarás, ya no alejarás, ya no ganarás.
Y si el día de mañana tú, Orgullo, ganaras, entonces será solo porque te enfrentaste al mío.
Se levanta la sesión.
25.09.17
La noche está calurosa. Me hamaco a su lado en la placita "de los giles" de todos los viernes. Él se divierte mirándome volar, recordando cositas de su infancia, haciéndome reír. Él también se ríe de mis ocurrencias, y, de las que no, bien sabe aceptar besándome las mejillas mientras las cuento.
Estamos fumando flores de su propia cosecha, comiendo chocolate con maní que resulta ser su favorito, tomando cerveza amarga que corta el dulzor. Nos toqueteamos atrás de los árboles como quinceañeros, y nos causa gracia. Lo miro y sé que lo quiero, casi desde el primer día, pero desde hace dos meses que no dejo de preguntarme si no estaré enamorada. Anhelo estarlo por primera vez, y que sea con él; el primero y el último. Pero me convenzo de que no, no creo estar enamorada, porque si lo estuviera, ¿haría falta preguntármelo?
Decidimos volver a su casa porque se levantó un viento casi invernal y ya son pasadas las cuatro de la mañana. Él me lleva en su bici por delante de él, y yo empiezo a temblar por el viento que me agarra de frente. Me dice que lo abrace en reemplazo de abrigo, y comienza a pedalear más y más fuerte. Entonces nos encontramos con la avenida que yo más temo cruzar y él se ríe cuando le empiezo a gritar. Y es tanta la gracia, la risa y la euforia, que cuando está a punto de hacerlo, yo le muerdo cariñosamente el pecho y le digo "¡¡¡Aayyrr, te amrww--!!!".
Siempre me pareció mentira que se te pudiera escapar un te amo, pero juro que a mí se me salió de la garganta uno que ni siquiera sabía que llevaba conmigo. Él se sorprende mientras pedalea y me grita "¡¿Qué?!". Nos reímos a carcajadas e insiste: "¡¿Y así me lo decís?!". Yo niego con la cabeza e intento explicarle, pero la risa no me deja hablar. Le cuento que lo que pasa es que así le digo a mi gato cuando me agarran ataques de cariño. Y es cierto, me lo como a besos y le digo que lo amo, porque lo amo, pero no lo pienso, y en ese momento yo sentí lo mismo con él.
Los dos nos reímos sin vergüenzas ni miedos. Él no se siente presionado a decirme que él también me ama, y no me lo dice. Quizás porque no me ama o quizás, porque, como yo hasta ese momento, todavía no sabe que sí lo hace... ♡
Un pequeño relato de aquél día, basado en un borrador que escribí justo al día siguiente de confesarte que te amo. Hoy te lo digo a cada segundo, aunque me digas que no me zarpe así no pierde significado. Pero es que todas las palabras del mundo se quedan cortas, todos los besos pequeños, todos los abrazos livianos. Siempre quiero más de vos, te quiero todo, te quiero todo el tiempo y sin descansar.
Feliz cumpleaños, bebito. Que la fuerza y la ambición que te hicieron ser hoy el hombre admirable que sos, se mantengan vivas en vos como leña que arde, y que nunca te permitan dejar de caminar.
Tu bebita ♡
9.10.17
Esta noche volví a tocarme. No fue sexual, pero igual se sintió prohibido. Desde que tengo memoria me acuesto de costado y acaricio mi cuerpo antes de dormir. Paso mi mano tierna y segura sobre mi pierna derecha por arriba de la sábana y subo hasta mi cintura. Desde allí describo un círculo que rodea mi cintura y mis glúteos; se siente como un abrazo. Subo por mi torso y bajo y vuelvo a subir, y comienzo un recorrido aleatoria que vuelve y se va de todos los destinos que ya mencioné.
Cuando por fin mi mano derecha se cansa, la izquierda, aplastada por mi peso, se encarga de darte cariño desde los dedos hasta la curva del hombro. Luego acaricio mi cabello por encima de mi frente e inclino un poco la cabeza y acaricio mi nuca, y mis oídos y mi cabeza entera. Luego volteo boca arriba y me duermo.
Desde que me puse en pareja dejé de hacerlo, de repente lo olvidé. Dejé que otras manos reemplazaran las mías, y en ausencia de ellas dormía fría y tensa. Hoy, que estoy sola, volví a tocarme. Me recorrí entera y sentí reencontrarme con mi más tierna infancia. Me sentí en casa. Hoy me doy cuenta de cuánta falta me hice.
sin fecha.
Ya no entiendo los relojes ni el movimiento del sol. No asimilo voces, no distingo miradas. La ansiedad no me permite dormir, ni hablar, ni reír. No quiero vivir más. No me importa la fecha, ni el día, ni la noche, ni ningún instante de esta vida.
Todo resulta tan abrumador y a la vez tan insignificante...
sin fecha.
Quiero escribirte mil cartas y en ella contarte lo mucho que te quiero y sufro tu distancia. Quiero escribirte una cada día, porque a casa sol que se oculta entiendo una forma más en la que mejorabas mi vida. No sé cómo decirte sin asustarte que no quiero vivir más sin vos. No sé ni cómo decírmelo a mí misma sin asustarme.
algún día de diciembre del 2017.
Ahora que se acaba el año, estuve pensando un par de cosas. Pensé en vos y en mí. Pensé en lo mucho que significas para mí, en cómo me cambiaste y en lo mucho que me enseñaste. También pensé en que lo que menos quiero en el mundo es pasar las fiestas lejos de la única persona que de verdad me conoce y me quiere. Pero lo que más pensé es que, si de verdad todavía te amo, entonces el mejor regalo de navidad que te puedo hacer es soltarte.
No es que sea un regalo directo hacia vos; ambos sabemos que preferirías un beso, un abrazo y algún juego sexual. O una moto más grande. Pero esto de soltarte es un regalo para ambos. Yo te amo. Te amo en todos mis recuerdos por igual, en las peleas y en las reconciliaciones; en los llantos, en los miedos, en las noches abrazados. Te amé cuando ya no me soportabas; te amé aún cuando decidiste dejarme para siempre el día de la madre. Te amé en la distancia y en los reencuentros. Te amé incluso besando otros labios, durmiendo en otra cama. Te amo mientras comienzo a amar a alguien más.
Intenté varias veces dejar de amarte, pero hoy decido dejar de intentarlo. Te voy a querer siempre, y dejar de amar es un arte que no quiero dominar nunca. Por eso sé que la única solución es acabar con todo de una vez por todas. Pero, para regalarte esto, necesito que me ayudes.
Si te vuelvo a hablar, no respondas. Si te insisto, no respondas. Si te lo ruego, no respondas. Si me pasa lo peor del mundo, no me hables. Si me ves triste, sola, enferma, depresiva, suicida, feliz, exitosa, despreocupada o superada, no me hables, no te acerques, no te rindas. Que este regalo sea eterno para los dos y que no se rompa nunca. No me permitas volver a amarte ni a quererte, ni a confiar en vos.
Dejame tirada cuando más te necesite, dejame pensar que nunca me quisiste, que jugaste conmigo y que, ahora que te liberaste de mí, sos feliz. Dejame pensar todas esas cosas y arrepentirme de haberme entregado a vos. Porque solo así, odiándote, puedo dejar de amarte. Porque pensar que no me quisiste nunca y que sos un hijo de puta, duele menos que pensar que me amaste de verdad pero que un día te cansaste y hoy ya no queda nada de ese amor. Duele menos que pensar que te tuve y no te supe sostener, a nunca haberte tenido en absoluto.
Si todavía quedan algunas gotas de ese amor, entonces dejame libre. Porque vos nunca vas a volver a amarme y yo nunca te voy a dejar de amar.
Desaparecé de mi vida para siempre, y dejame entregarle mi cuerpo, mi corazón y mis recuerdos a alguien que me pueda amar, que me merezca, que me cuide. Dejame intentar ser feliz y olvidarme de lo hermosos que alguna vez fuimos, y del dolor horrible que me ocasionaste. Dejame para siempre, y dejame pensar que fue un romance pasajero, de esos que la nada un día aparecen y, de la nada, un día se van.
Te amo y te deseo lo mejor. Y nunca pienses que estás solo, porque mi corazón te va a acompañar siempre.
algún día de enero del 2018.
Dejame acercarme de cualquier forma; dejame ser tu amiga, tu consejera, tu enfermera. Dejame ayudarte de la forma que quieras y puedas. Desde que entendí a mis 13 años que nunca más iba a ver a mi mamá, me cuesta creer en Dios, y sin embargo no hay día que me duerma sin mirar al cielo y pedirle volver a verte.
Si Dios existe, que por favor te devuelva a mi vida. Es lo único que deseo con el alma. Sos lo único que deseo cada día, sin cesar.
algún día de enero del 2018.
Querido mío, amor de mi alma. Qué inútil parece esta carta, ¿no? Ambos sabemos lo que yo siento por vos, pero igual hay cosas que quiero decirte...
Esto no lo hice por vos. No lo pienses nunca, ni por un segundo. Esta decisión sobre mi vida que estoy tomando es porque yo sé que no puedo conmigo misma. No puedo lidiar con haberme criado mamá y saber que nunca voy a poder abrazarla... ni lidiar con las cosas feas que vos sabés bien que me pasaron. Tampoco puedo lidiar con la muerte de mi abuela, ni con mi constante tristeza.
[La entrada termina ahí, jamás la terminé. Era una carta de suicidio que por supuesto jamás pensé realmente por un segundo que fuera a entregar, ni mucho menos que fuera a concretar ese suicidio. Cuando a uno le rompen el corazón por primera vez, siente que le rompen todo y que la única salida al sufrimiento es la más catastrófica.
Se levanta la sesión.
25.09.17
La noche está calurosa. Me hamaco a su lado en la placita "de los giles" de todos los viernes. Él se divierte mirándome volar, recordando cositas de su infancia, haciéndome reír. Él también se ríe de mis ocurrencias, y, de las que no, bien sabe aceptar besándome las mejillas mientras las cuento.
Estamos fumando flores de su propia cosecha, comiendo chocolate con maní que resulta ser su favorito, tomando cerveza amarga que corta el dulzor. Nos toqueteamos atrás de los árboles como quinceañeros, y nos causa gracia. Lo miro y sé que lo quiero, casi desde el primer día, pero desde hace dos meses que no dejo de preguntarme si no estaré enamorada. Anhelo estarlo por primera vez, y que sea con él; el primero y el último. Pero me convenzo de que no, no creo estar enamorada, porque si lo estuviera, ¿haría falta preguntármelo?
Decidimos volver a su casa porque se levantó un viento casi invernal y ya son pasadas las cuatro de la mañana. Él me lleva en su bici por delante de él, y yo empiezo a temblar por el viento que me agarra de frente. Me dice que lo abrace en reemplazo de abrigo, y comienza a pedalear más y más fuerte. Entonces nos encontramos con la avenida que yo más temo cruzar y él se ríe cuando le empiezo a gritar. Y es tanta la gracia, la risa y la euforia, que cuando está a punto de hacerlo, yo le muerdo cariñosamente el pecho y le digo "¡¡¡Aayyrr, te amrww--!!!".
Siempre me pareció mentira que se te pudiera escapar un te amo, pero juro que a mí se me salió de la garganta uno que ni siquiera sabía que llevaba conmigo. Él se sorprende mientras pedalea y me grita "¡¿Qué?!". Nos reímos a carcajadas e insiste: "¡¿Y así me lo decís?!". Yo niego con la cabeza e intento explicarle, pero la risa no me deja hablar. Le cuento que lo que pasa es que así le digo a mi gato cuando me agarran ataques de cariño. Y es cierto, me lo como a besos y le digo que lo amo, porque lo amo, pero no lo pienso, y en ese momento yo sentí lo mismo con él.
Los dos nos reímos sin vergüenzas ni miedos. Él no se siente presionado a decirme que él también me ama, y no me lo dice. Quizás porque no me ama o quizás, porque, como yo hasta ese momento, todavía no sabe que sí lo hace... ♡
Un pequeño relato de aquél día, basado en un borrador que escribí justo al día siguiente de confesarte que te amo. Hoy te lo digo a cada segundo, aunque me digas que no me zarpe así no pierde significado. Pero es que todas las palabras del mundo se quedan cortas, todos los besos pequeños, todos los abrazos livianos. Siempre quiero más de vos, te quiero todo, te quiero todo el tiempo y sin descansar.
Feliz cumpleaños, bebito. Que la fuerza y la ambición que te hicieron ser hoy el hombre admirable que sos, se mantengan vivas en vos como leña que arde, y que nunca te permitan dejar de caminar.
Tu bebita ♡
9.10.17
Esta noche volví a tocarme. No fue sexual, pero igual se sintió prohibido. Desde que tengo memoria me acuesto de costado y acaricio mi cuerpo antes de dormir. Paso mi mano tierna y segura sobre mi pierna derecha por arriba de la sábana y subo hasta mi cintura. Desde allí describo un círculo que rodea mi cintura y mis glúteos; se siente como un abrazo. Subo por mi torso y bajo y vuelvo a subir, y comienzo un recorrido aleatoria que vuelve y se va de todos los destinos que ya mencioné.
Cuando por fin mi mano derecha se cansa, la izquierda, aplastada por mi peso, se encarga de darte cariño desde los dedos hasta la curva del hombro. Luego acaricio mi cabello por encima de mi frente e inclino un poco la cabeza y acaricio mi nuca, y mis oídos y mi cabeza entera. Luego volteo boca arriba y me duermo.
Desde que me puse en pareja dejé de hacerlo, de repente lo olvidé. Dejé que otras manos reemplazaran las mías, y en ausencia de ellas dormía fría y tensa. Hoy, que estoy sola, volví a tocarme. Me recorrí entera y sentí reencontrarme con mi más tierna infancia. Me sentí en casa. Hoy me doy cuenta de cuánta falta me hice.
sin fecha.
Ya no entiendo los relojes ni el movimiento del sol. No asimilo voces, no distingo miradas. La ansiedad no me permite dormir, ni hablar, ni reír. No quiero vivir más. No me importa la fecha, ni el día, ni la noche, ni ningún instante de esta vida.
Todo resulta tan abrumador y a la vez tan insignificante...
sin fecha.
Quiero escribirte mil cartas y en ella contarte lo mucho que te quiero y sufro tu distancia. Quiero escribirte una cada día, porque a casa sol que se oculta entiendo una forma más en la que mejorabas mi vida. No sé cómo decirte sin asustarte que no quiero vivir más sin vos. No sé ni cómo decírmelo a mí misma sin asustarme.
algún día de diciembre del 2017.
Ahora que se acaba el año, estuve pensando un par de cosas. Pensé en vos y en mí. Pensé en lo mucho que significas para mí, en cómo me cambiaste y en lo mucho que me enseñaste. También pensé en que lo que menos quiero en el mundo es pasar las fiestas lejos de la única persona que de verdad me conoce y me quiere. Pero lo que más pensé es que, si de verdad todavía te amo, entonces el mejor regalo de navidad que te puedo hacer es soltarte.
No es que sea un regalo directo hacia vos; ambos sabemos que preferirías un beso, un abrazo y algún juego sexual. O una moto más grande. Pero esto de soltarte es un regalo para ambos. Yo te amo. Te amo en todos mis recuerdos por igual, en las peleas y en las reconciliaciones; en los llantos, en los miedos, en las noches abrazados. Te amé cuando ya no me soportabas; te amé aún cuando decidiste dejarme para siempre el día de la madre. Te amé en la distancia y en los reencuentros. Te amé incluso besando otros labios, durmiendo en otra cama. Te amo mientras comienzo a amar a alguien más.
Intenté varias veces dejar de amarte, pero hoy decido dejar de intentarlo. Te voy a querer siempre, y dejar de amar es un arte que no quiero dominar nunca. Por eso sé que la única solución es acabar con todo de una vez por todas. Pero, para regalarte esto, necesito que me ayudes.
Si te vuelvo a hablar, no respondas. Si te insisto, no respondas. Si te lo ruego, no respondas. Si me pasa lo peor del mundo, no me hables. Si me ves triste, sola, enferma, depresiva, suicida, feliz, exitosa, despreocupada o superada, no me hables, no te acerques, no te rindas. Que este regalo sea eterno para los dos y que no se rompa nunca. No me permitas volver a amarte ni a quererte, ni a confiar en vos.
Dejame tirada cuando más te necesite, dejame pensar que nunca me quisiste, que jugaste conmigo y que, ahora que te liberaste de mí, sos feliz. Dejame pensar todas esas cosas y arrepentirme de haberme entregado a vos. Porque solo así, odiándote, puedo dejar de amarte. Porque pensar que no me quisiste nunca y que sos un hijo de puta, duele menos que pensar que me amaste de verdad pero que un día te cansaste y hoy ya no queda nada de ese amor. Duele menos que pensar que te tuve y no te supe sostener, a nunca haberte tenido en absoluto.
Si todavía quedan algunas gotas de ese amor, entonces dejame libre. Porque vos nunca vas a volver a amarme y yo nunca te voy a dejar de amar.
Desaparecé de mi vida para siempre, y dejame entregarle mi cuerpo, mi corazón y mis recuerdos a alguien que me pueda amar, que me merezca, que me cuide. Dejame intentar ser feliz y olvidarme de lo hermosos que alguna vez fuimos, y del dolor horrible que me ocasionaste. Dejame para siempre, y dejame pensar que fue un romance pasajero, de esos que la nada un día aparecen y, de la nada, un día se van.
Te amo y te deseo lo mejor. Y nunca pienses que estás solo, porque mi corazón te va a acompañar siempre.
algún día de enero del 2018.
Dejame acercarme de cualquier forma; dejame ser tu amiga, tu consejera, tu enfermera. Dejame ayudarte de la forma que quieras y puedas. Desde que entendí a mis 13 años que nunca más iba a ver a mi mamá, me cuesta creer en Dios, y sin embargo no hay día que me duerma sin mirar al cielo y pedirle volver a verte.
Si Dios existe, que por favor te devuelva a mi vida. Es lo único que deseo con el alma. Sos lo único que deseo cada día, sin cesar.
algún día de enero del 2018.
Querido mío, amor de mi alma. Qué inútil parece esta carta, ¿no? Ambos sabemos lo que yo siento por vos, pero igual hay cosas que quiero decirte...
Esto no lo hice por vos. No lo pienses nunca, ni por un segundo. Esta decisión sobre mi vida que estoy tomando es porque yo sé que no puedo conmigo misma. No puedo lidiar con haberme criado mamá y saber que nunca voy a poder abrazarla... ni lidiar con las cosas feas que vos sabés bien que me pasaron. Tampoco puedo lidiar con la muerte de mi abuela, ni con mi constante tristeza.
[La entrada termina ahí, jamás la terminé. Era una carta de suicidio que por supuesto jamás pensé realmente por un segundo que fuera a entregar, ni mucho menos que fuera a concretar ese suicidio. Cuando a uno le rompen el corazón por primera vez, siente que le rompen todo y que la única salida al sufrimiento es la más catastrófica.
Afortunadamente, después crecemos y cada día abrimos los ojos un poco más para poder verlo todo desde la distancia. Y nos damos cuenta de lo pelotudos que fuimos y nos reímos, a veces, y volvemos a llorar, a veces, también].
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