Cuántas cosas han pasado... parece ayer cuando se nos cortó la luz y tuvimos que quedarnos en el patio refrescándonos con una manguera por el calor de mierda que hace a veces en esta ciudad. Las comidas compartidas; la milanesa quemada; la sartén que se prendió fuego; los videos en la tablet; las películas con el niño planta...; nuestro filósofo Darío y nuestro fracaso en las Olimpiadas; las tardes acompañadas; las caminatas a la parada del bondi; vos contándome cada detalle de tu día, yo abriéndome y declarando los sentimientos más oscuros que tanto me cuesta contar; las risas, y más y más risas; los insultos de cariño, el humor negro; las múltiples juntadas que jamás nadie vio; Kiara gritandonos desde el auto y nostras con miedo a que nos deschave por ahí; nosotras cantando Zambayonny y enviandole una canción a la profe; e incluso las peleas, que terminaban por hacer querernos más y tener miedo de perdernos la una a la otra.
Pero nos perdimos... o nos encontramos con nosotras mismas quizás. Lo más triste de crecer es toda la gente que dejas atrás. Pensar que durante tanto tiempo nos imaginamos compartiendo la vida universitaria e incluso compartiendo departamento, y ahora se nos hace difícil compartir una conversación de cinco minutos.
Y lo peor es sentir que ya no te quiero. Porque sí te quiero. Te quiero cuando me hacías reír, cuando te reías conmigo (aunque más veces de mí). Te quiero cuando me escuchabas. Te quiero cuando no parabas de hablar. Te quiero en los abrazos. Te quiero cuando te vi llorar en el micro de Bariloche de vuelta a casa porque tus viejos se estaban separando. Te quiero porque me dejaste consolarte, y porque te aferraste a mi brazo como si fuera lo único que te mantenía a flote en ese momento. Te quiero por todo lo que compartimos y soñamos compartir. Pero es como si todos los te quiero fueran viejos y se refirieran a dos personas que ya se fueron.
Ya no hay nuevos te quiero. No te quiero cuando no nos miramos, cuando preferimos hacer trabajos separadas, cuando no nos sentimos cómodas con la cercanía de la otra. No te quiero cuando me pedís perdón antes de pisarme. Y te quiero menos cuando solo te escucho hablar y ya no preguntar, ya no escuchar. Y me resulta tan duro...
Pero hoy decidiste decirme adiós. "No sé, ¡quizás en un futuro...!" .Pero no hay futuro para nosotras juntas, y creo que ambas lo sabemos. Y aunque me duele y me enoja y me hace llorar como hace rato no lloraba, creo que fue lo mejor que pudiste hacer. Porque yo no sé decir adiós a la gente que quiero, e insisto, y me lastimo y lastimo al otro. Creo que así me liberaste. Me dejaste volar, o algo así...
Supongo que algún día te lo agradeceré. Ahora te dejo esta carta, seguro mal redactada y que me voy a arrepentir de haberla hecho de impulso, sin evocar grandes recuerdos, demasiado corta para todo lo que vivimos y demasiado fría para todo lo que sentimos. Pero da igual, porque ni vos vas a leerla nunca, ni yo voy a releerla ni una sola vez.
Pase lo que te pase de ahora en más, para mí siempre vas a ser mi heroína.
Ahora es tiempo de cerrar para abrir. Y como dice el salame de James Blunt que me gusta tanto, "Goodbye my friend. You have been the one for me".
¡Adiós, artista! <3