hey...

hey...

Letra de "Mi alma en tus manos" de Carlos Casella (canción de Farsantes)


Letra de la canción de Farsantes, novela del Trece


No digas nada más,
si ya pasó lo que pasó.
Maldigo haber creído
tu falso corazón.

Lo vas a lamentar,
no tiene precio mi ilusión.
Pagaste con un beso,
mejor no hablar de eso.
¡Qué lástima los dos!

Dejo mi alma en tus manos
y juegas conmigo.
Te digo farsante,
pero igual me entrego
al verte mentir.

Dejo mi alma en tus manos,
yo soy tu juguete.
Juguete rabioso, del amor al odio,
estoy muriendo.

Tengo el alma en pedazos
por ser tu juguete.
Del amor al odio
te digo farsante...
me estoy muriendo.

Farsantes (2013).
De izquierda a derecha: Facundo Arana (Alberto Marini), Benjamín Vicuña (Pedro Beggio), Julio Chávez (Guillermo Graziani), Griselda Siciliani (Gabriela Soria) y Alfredo Casero (Marcos Labrapoulos).


El grillo

        

        Qué raro que sea siempre el mismo cielo. 
        Los mismos vientos, el mismo frío, los mismos ruidos. 
        Más raro aún, que siempre se sientan distintos. 
        Y qué raro que seamos distintos y nos sintamos siempre los mismos.
    
    
        Qué raro querer a alguien... qué raro querernos a nosotros mismos. 
        El humano, el lenguaje, nuestras manos. Raro lo que hacemos y pensamos. 
        Raros nuestros bailes, nuestros nervios. Mirarnos y cuidarnos.
        Qué raro que dos ojos solo puedan ver uno al mismo tiempo. 
        
        Qué raro llorar y esconder la cara, 
        raro que las palabras que están echas para salir se atraganten en el pecho. 
        Raro que el otro no sienta lo que yo siento. Raros los que escuchan y no entienden, 
        y los que entienden aunque no escuchen.

        Raro es el cielo cuando se pone femenino, y cuando se esconde, pero se pone aros. 
        El olor a campo, la melodía de la ciudad, la vista humana.
        El sonido a nada.
    
    La melancolía.
        El grillo.
      
 
        Qué raro que parezca raro lo que es normal desde que nacimos. 
        Qué raro no haberlo visto, pero sí vivido. 
        Qué raro querer ganar sin jugar y perder sin haber participado. 
        Olvidar y recordar con los sentidos. Renunciar para después caer en lo mismo. 
        Raros los granitos y los gemidos. 
        Temer al ridículo. 
        La burla. 
        Lo emitido y lo omitido.


Lagrimeando, pero con alfajor en mano


Fuente
      
        Juro que si tengo que seguir escuchando Las mil y una noches en la televisión del cuarto de al lado durante todo el año me va a dar una embolia cerebral. Las telenovelas tienen el encanto de siempre deprimirme
        Últimamente, las cosas no me estuvieron yendo bien. A veces me da la impresión de que estoy predispuesta a que todo siempre me salga mal, pero otras veces siento que solo tengo una mala suerte asfixiante. Pero hoy me regalaron un alfajor, lo que demuestra que la suerte sigue de mi lado.
        Otra hipótesis que sostengo es que, en realidad, todo siempre estuvo bastante mal en mi vida. Lo único que cambia es que, a veces, algo me pega más fuerte de lo normal y recién entonces me doy cuenta de mi situación. Como cuando estás en algún lugar donde parece haber un olor a desagradable y, recién cuando llegas a tu casa y te sacás las zapatillas, te das cuenta que habías pisado mierda y eras vos la estuvo apestando todo este tiempo. Quizás a veces solo hace falta mirar de cerca las mierdas para darte cuenta de que están ahí. 
        Lo peor de los problemas es que me dan ganas de tirar todo a la re mierda apenas algo sale mal. Me dan ganas de no perdonar más, de no intentar entender a nadie, de quedarme sola para siempre. Porque, bueno... yo tengo muy claro que no soy buena en mis relaciones familiares, pero sé perfectamente que sí soy buena amiga, pareja y estudiante. Entonces, así como no exijo un mejor padre, o hermano, o prima, o madrina, o abuela, SÍ exijo un buen amigo, una buena pareja y un buen profesor. 
        Pero, cuando me tocan constantemente malas experiencias con amigas, posibles parejas y profesores mediocres, no tengo otra alternativa que preguntarme si no seré yo la que está equivocada. ¿Seré realmente tan buena amiga como me creo?, ¿seré tan comprensiva y amable con los hombres como me siento?, ¿seré realmente una alumna tan aplicada e inteligente como me dijeron? Quizás no. El problema es que, si bajo mi nivel de expectativas y empiezo a aceptar a cualquiera, voy a ser infeliz. Me voy a sentir disconforme, y no quiero. No puedo. No me sirve. 
        Así que supongo que algunas veces está bien mantener altas las expectativas. Aunque eso implique la eterna búsqueda, porque al menos no es la eterna resignación.