hey...

hey...

Mi experiencia: repartir volantes trabajo en CABA

Preguntas frecuentes sobre repartir volantes trabajo medio tiempo

  • ¿Cuántas horas trabajas y cuánto te pagan repartiendo volantes?

Dependerá, imagino, de quién te contrate. A mí me tocaron dos días de repartir casa por casa y dos días de repartir parada en una esquina. En ambos casos trabajé desde las 10 h hasta las 17 h. De 13 h a 14 h almorzábamos, y esa hora no nos la pagaban. Por lo tanto, trabajábamos 6 horas, a $50 la hora. En total, ganábamos $300 al día.    

  • ¿Dónde y cuándo te pagan repartiendo volantes?

A mi me contrató una conocida mía. Ella de lo único que se encargó fue de la entrevista inicial el primer día para ponernos al tanto de la situación y de pagarnos a final de cada semana. Además, cuando teníamos un problema de horario y necesitábamos un reemplazo, ella se encargaban de conseguirlo.

  • ¿Repartir volantes es un trabajo seguro?

No lo sé. Yo, como dije antes, tuve la suerte de que una conocida de la familia nos puso en contacto, por lo que sabíamos que iba a ser algo seguro. Pero hay que tener cuidado. Si no es seguro, lo mejor es ir acompañadas. 

  • ¿Qué tengo que llevar? 

Voy a contar lo que yo llevé yo cuando trabajé, que fue en primavera. El sol fue muy fuerte todos los días de trabajo, por lo tanto siempre hizo mucho calor. Lo mejor es intentar llevar una mochila cuyo tamaño no te sea incómodo, pero sea lo suficientemente grande como para llevar tu almuerzo, el agua, el protector solar y algunos volantes (para no sostenerlos todo el tiempo en la mano). Alguna veces almorzamos allá, pero es un desperdicio de plata. 

  • ¿Cómo ir vestido para repartir volantes? 

Yo siempre me manejé con jean y con remera de tirantes, pero las otras chicas a veces llevaron short. A nosotras el segundo día nos dieron una remera que sí o sí teníamos que llevar puesta: la llevábamos en la mochila, nos la poníamos allá y después antes de volver a casa nos la volvíamos a cambiar. Si querés llevar un gorrito, es buena idea.

  • ¿La gente te trata mal?

Hay gente para todo. En nuestro caso fue especial porque era para una causa debatible, no simplemente propaganda, por lo que obviamente nos comíamos un maltrato que quizás repartiendo otras cosas no te tocaría vivir. Lo importante es mantener siempre una actitud positiva y calma. Vos no tenés la culpa de nada, ni tampoco tenés que defender nada. La poca gente que se me acercó con mala onda se terminó yendo con una sonrisa porque yo intentaba empatizar, ponerle humor y buena onda al asunto. A otras chicas les tocó algún que otro mala onda, pero también se la supieron bancar y después se terminan yendo. 

Mi experiencia: repartir volantes trabajo sin experiencia 

Primera semana repartiendo volantes 

  • Martes 22 
El martes fue el primer día y nos citaron a las 9 a.m. en una oficina. Ahí nos conocimos las cuatro chicas que íbamos a repartir, de las cuales tres de ellas eran mis amigas, así que empezamos con cierta ventaja. Nos explicaron qué, cómo y cuándo íbamos a repartir. Después llegó el hombre que nos contrataba, nos explicó más detalladamente de qué se trataba el volante y nos llevó al lugar el cual iba a ser nuestra cede de encuentro

A todo esto, yo apenas había recorrido el centro porteño para visitar algún teatro o restaurante. Las cuatro chicas apenas sabíamos cómo manejarnos y no teníamos ni idea de ninguna calle más que la 9 de Julio. Nuestro jefe nos dio las calles del recorrido y con el mapa del celular intentamos guiarnos
Este fue nuestro recorrido el primer día:


A simple vista no parecerá mucho, pero la verdad es que es un recorrido importante. Nos dividimos en dos grupos de dos personas cada uno. Mi amiga y yo hicimos el recorrido marcado en rojo y las otras dos chicas hicieron el mismo recorrido pero las calles verticales. Cada una iba en una vereda y teníamos que entrar en los comercios y edificios, uno por uno, dejar un volante y, si nos preguntaban, explicar su contenido. Fueron 6 horas de caminata, en donde no solo nos agotamos físicamente, sino también mentalmente, puesto que no teníamos un mapa señalizado exactamente como el que puse ahí arriba y nos perdimos varias veces. 

En general, la recepción fue buena. Los puestos de diarios, algunos hombres en la calle y los bares particularmente de hombres fueron los que más se encargaron de decirnos alguna que otra babozada, que por suerte no pasó a mayores nunca. Los garages los aceptaban contentos porque entendían del tema. A mí no me tocó nadie mala onda, pero a mi amiga que iba en frente les habrán tocado dos o tres. 

El día terminó con nosotras insoladas, deshidratadas y peleadas. 

  • Miércoles 23 
Este día fue el mejor día de toda mi experiencia repartiendo. Comenzamos nuevamente a las 10 y nos dirigimos primero a las esquinas de Uruguay y Corrientes (primera foto). La esquina donde se encuentra la estatua de Olmedo y Portales es la peor, porque hay tanto tráfico de personas por la salida del subte que es difícil que te agarren. Hay que ponerse lo más cerca de la esquina posible e intentar repartir desde ahí. La esquina en diagonal a esa es mucho más fácil, porque al haber menos trafico de gente es más factible que te lo agarren.  


Luego de tres horas de trabajo y una hora de descanso para el almuerzo, nos dirigimos al Consejo Profesional de Ciencias Económicas (segunda foto), donde ahí sí, fueron las mejores tres horas de todas las que trabajé en los cuatro días. El flujo de gente era notablemente menor al de Corrientes y Uruguay, así que la gente se mostraba más amable y más abierta a recibir volantes. 


Segunda semana repartiendo volantes

  • Martes 29
Este fue, sin duda, el día más agotador físicamente. Nuevamente eramos cuatro, pero esta vez nos mandaron solas a cada destino. Este recorrido, marcado en rojo, fue el mío. La ventaja era que sólo teníamos que repartir volantes en garages, la desventaja era que el recorrido era extremadamente largo y el sol estaba peor que nunca. Además, al ser recorridos por una sola persona, teníamos que hacer ambas veredas. 

La mayoría de los garage lo aceptaron amablemente, otros pocos lo hicieron con un poco de hostilidad (porque no estaban de acuerdo con lo que decía el volante, pero cuando explicaba que yo solamente me encargaba de repartirlos se ablandaba el asunto), y otros aprovecharon para hacer algún comentario desubicado.

Al final del día nos acercamos a la oficina del primer día y nos pagaron en efectivo lo de la semana anterior. 


  • Miércoles 30
Este fue el peor día. Para quien no tenga conocimientos de esta zona de la ciudad, la calle Florida (y Perú) es una calle súper transitada donde es menos factible que te agarren los volantes. Además está llenísimo de extranjeros, y los volantes que yo repartía estaban pensado para argentinos residentes de esa zona o que al menos trabajaran en esa zona. Es difícil distinguir a simple vista a todos los extranjeros, así que más o menos fuimos mechando. 

La verdad la pasé bastante mal, porque además justo había varias manifestaciones diferentes casi en la misma zona, lo que producía mucho ruido, mucho trafico de personas y, especialmente, mucha irritación en la gente que pasaba. Cuando volvíamos de almorzar y nos dirigíamos nuevamente a Florida nos insultaron. Después, mientras repartíamos una mujer fue a decirle barbaridades a una amiga mía. La gente está loquísima, eso se los aseguro desde ya. 

Este fue mi último día, porque ese día renuncié. Todo tiene un límite y ese fue el mío. 


Anécdotas repartiendo volantes

Martes 22

  • El primer día enseguida entendí por qué habían buscado cuatro mujeres para repartir. Es injusto, pero sí es cierto que la gente está más dispuesta a abrirles las puertas a mujeres que a hombres. En general, porque las mujeres sienten más confianza con otras mujeres, y los hombres porque son babosos.

    Si sos mujer, ya sabés que salir a la calle implica: casi siempre, algún grito o rumor por lo bajo de algún hombre. Microcentro pareciera que es el nido de esta gente. No importaba si íbamos con jean, con calzas o con short. Tampoco importaba si íbamos con remera de tirantes, con la remera atada o con la remera casi de pijama que nos daban los que nos contrataron. Siempre había un grito o un murmullo por abajo cuando pasabas por al lado. Siempre. No varía cómo íbamos vestidas, ni en qué zona.

  • Recuerdo que, en una galería en la que entré que era quizás la cuarta en la que me tocaba repartir, cuando estaba por entrar un hombre joven de seguridad me preguntó si estaba repartiendo volantes. Yo le dije que sí y creí que me iba a decir que no se me permitía repartir en esa galería, pero me equivoqué. Me sonrió y me dijo que le de un par y él se encargaba de repartir. ¡¡¡Te quiero mucho, chabón se seguridad!!!

  • La última es que entré a repartir a una "joyería" media clandestina de una galería y el hombre me dijo: "OK. Yo te lo acepto, pero vos aceptá mi oferta: trabajemos juntos. La cosa es así, yo te paso las imagenes de las joyas y vos se la ofreces a tus conocidos y las vendemos. Pasame tu celular".

Miércoles 23
  • Cuando me tocó la primera esquina, la de Olmedo, me encontré compartiendo espacio con un hombre que vendía cargadores portátiles de celular. Amablemente me cedió parte de su espacio, donde había sombra, para que pudiera repartir con más comodidad. ¡¡¡Si ven a un señor vendiendo en esa esquina, comprenlé!!!

  • Después, cuando nos dirigimos a la parte del Consejo Profesional, pasó un señor de unos 60 años y yo le di un volante. Después volvió a pasar y yo no lo reconocí, así que le di otro y me dijo que ya tenía, y nos reímos. Y a la tercera se acerca nuevamente a mí y me mira, y yo le digo: "Tranquilo, no le doy más" y me río. Él me dice: "No, esta vez te doy algo yo". Y me dio un chocolate. Yo le dije que no, que gracias pero no, pero él insistió varias veces así que lo acepté y cuando lo agarré sentí algo duro abajo. Era una tarjeta. Le dije: "¿Y esto?". Y me responde: "Por si me querés mandar un mensajito"

Martes 29
  • Me tocó un garage en el que había unos cinco hombres y me acerqué a decirles que dejaba un volante. Me preguntaron de qué era y yo les expliqué que era de un paro y uno me dijo: "¿Y vos querés que me adhiera al paro?". Yo le respondí: "No sé, yo sólo reparto, piensenlo ustedes". Y él insistió: "¿Pero vos qué decís que haga?". Yo me reí y le dije: "No sé, hace lo que te dicte el corazón". Y me respondió: "Ah bueno, pero si tengo que hacer lo que me dice el corazón me tengo que enamorar de vos".

  • Después hubo un garage en el que me metí y era como un espiral larguísimo que iba hacia abajo y parecía no tener fin. Había solo espacio para un auto, así que si justo alguien bajaba o subía me llevaba por delante. Cuando el señor me vio llegar desde esa bajada se rió agarrándose la cabeza y me dijo que nunca más lo haga, que es peligroso. Me aceptó el volante y me hizo subir por un ascensor.

  • La otra es que con varios me pasó que se me ponían a hablar sobre el volante, como criticándolo, y cuando yo explicaba que yo no tenía nada que ver, que solo repartía, se cagaban de risa y me pedían perdón. <3

Miércoles 30
  • La primera es que pasó un chabón joven altísimo, yo le di un volante y se fue. Después veo que se acerca y me doy cuenta, no sé cómo, supongo que por las facciones, que es extranjero. Nos quedamos hablando un rato porque él quería practicar su español. Un amor.

  • La segunda es un chabón que se acercó para cuestionarme lo que decía en el volante. Yo intenté explicarle y él seguía insistiendo, así que le expliqué que yo sólo repartía y me dijo: "Uh. ¡Yo me acerqué porque quería pelear!".

  • Y la última es una señora que se acercó a preguntarme por una calle y después se quedó contándome un montón de cosas de su vida. Perdí como media hora parada hablando y sin repartir, pero nos reímos un rato. A veces la gente lo único que necesita es a alguien que lo escuche.

Guía básica para saber si siento odio visceral hacia vos


  1. ¿Maltratas por miedos reprimidos? 
  2. ¿Desprecias al otro cuando tiene razón?
  3. ¿Criticas las formas de reclamo de los demás desde la comodidad de tu casa, sin haber movido nunca un dedo para reclamar justicia?
  4. ¿Haces reflexiones simplistas, ignorando los argumentos ajenos? 
  5. ¿Reflejas sobre otros tus propias frustraciones?
  6. ¿Tenés miedo de hablar de sentimientos? 
  7. ¿Nunca cambiaste de idea después de haber hablado con alguien? 
  8. ¿Cambias todo el tiempo de idea por lo que los demás dicen? 
  9. ¿Con frecuencia publicas comentarios negativos en redes sociales hacia otras personas a las que ni siquiera conoces?
  10. ¿Aplaudís indiscriminadamente el escrache hacia otras personas? 
  11. ¿Te alegra la muerte de otras personas? 
  12. ¿Te parece que a las minas las violan porque "se visten provocativas" y que les pegan porque "se lo merecen"?
  13. ¿Te parece que los hombres que lloran, y/o no les gusta el fútbol ni pelear, son maricones? 
  14. ¿Te parece que una persona infiel merece agresiones verbales y físicas de gente que no tiene nada que ver con el asunto? 
  15. ¿Te da miedo que te sean infiel, aun cuando ni siquiera estuviste ni estás en pareja? 
  16. ¿Te parece bien educar a tus hijos y mascotas golpeándolas? 
  17. ¿Te burlas del sufrimiento ajeno? 
  18. ¿Te crees superior como para dar lecciones de moral? 
  19. Teniendo la posibilidad de estafar a alguien, ¿lo haces? 
  20. ¿Te burlas de los gestos con buenas intenciones de los demás? 
  21. ¿Festejas los gestos con malas intenciones de los demás? 
  22. ¿Te parece que algún humano o colectivo humano no debe tener los mismos derechos que vos?
  23. ¿Te mentiste a vos mismo con alguna de estas respuestas?
Probablemente te odio <3 

odio visceral
Fuente.

Sobre el humor negro y sarcasmo

Nacemos vulnerables, y eso está bien. No se le puede pedir a un niño ser espiritualmente más fuerte de lo que su puño lo es. No importa cuánto intentes explicarle qué merece lágrimas y qué no: cuando alguien le grita, vuelve a llorar. Y eso está bien.

Pero hay una edad en la que tenemos que dejar de llorar por boludeces. No soy quién para establecer una edad límite, pero podemos usar el sentido común: si ya estás grandote y seguís pataleando por tonterías, creo yo, deberías replantearte un par de cosas. Y dejame decirte que el humor negro es una gran tontería por la cual patalear.

Una cosa es tener dificultad en establecer cuándo alguien está haciendo comedia con humor negro y cuándo está aprovechándose de él para decir sus ideas más oscuras. Eso podríamos dialogarlo, pensarlo, intentar descifrarlo... pero hoy no estoy hablando de eso. Estoy hablando de la gran mayoría de la gente que sabe de los pensamientos nobles y reales de una persona, y aun así los niega simplemente por el hecho de que esa persona hizo una broma.

Esta es la gente débil y, aunque a mí no me causen ninguna simpatía, hay que aprender a respetar la debilidad ajena. Por eso, los que usamos el humor negro nos vemos obligados a poner advertencias como si fuéramos un mal evitable ("¡¡¡CUIDADO!!!: HUMOR NEGRO") o bancarnos las consecuencias de no ponerlas.

Hasta ahí todo bien: algunos se disgustan, se quejan y se van de tu vida; otros se ríen, aplauden y se quedan. Pero hay un tercer grupito, terrible y desagradable, al que internacionalmente llamamos "idiotas" y nacionalmente  adoptamos como "pelotudos". Es un grupito muy mediocre, pero bastante multitudinario, en el cual los integrantes se autoidentifican como mesías de la moral y maestros de los valores fundamentales de la vida. Ponen a los comediantes a la altura de genocidas, los insultan como si pertenecieran al Ku Klux Klan y los escrachan como si participaran en los atentados de Al Qaeda. A este grupito no le bastan las disculpas, con una mirada te dejan en claro que ya es demasiado tarde, que dejaste expuesto "tu verdadero yo" y quedó claro que tus únicos objetivos en la vida son ir por la vida burlándote de la desgracia ajena.

Uno de sus recursos infalibles es la lástima; ¿cómo te vas a burlar del cáncer?, ¿no te das cuenta que hay mucha gente a la que se le murió familia así?, ¿te parece gracioso? (porque asumen que el comediante no se ríe de la ironía de la enfermedad, sino del sufrimiento ajeno). Es importante que, aunque a veces el recurso de la lástima pueda hacernos caer, no cedamos: con esta gente no, ni un poquito, porque después se van pensando que tienen razón, con el pechito inflado. Porque ese es su objetivo: no es hacer justicia, sino tener razón y darte una lección.

Amigos pelotudos: resulta patético que alguien pueda llegar a creerse superior a otro simplemente porque no disfruta el humor negro. Ustedes no se hacen una idea de lo cómicos que resultan cuando quieren hacernos creer eso. De verdad. A veces deseo que los comentarios que hacen se queden grabados para siempre, y así el día (si es que llega ese día) que encuentren el sendero de la lógica y reflexión, así el día que se miren al espejo y se den cuenta que no pueden dar lecciones yoga ni mucho menos de moral, el día que entiendan que gastaron mucha labia en gente noble que se divertía con la palabra y dejaron pasar a muchos correctos oradores que se cagaron en todos y cada uno de sus valores, y así el día que entiendan que el humor calma el dolor como nada más en este mundo lo hace, entonces, querido idiota, ese día nos vamos a sentar juntos a escuchar las tonterías que dijiste en aquel entonces y quizás nos riamos juntos de las ironías que acuna nuestra sociedad.